martes, mayo 21

Recuerda Memoria (parte 2 de 3)

Hay sencillas emociones que me hacen salir a caminar sin sentido, cuadernito en mano para disimular los pensamientos de abatir el mundo de un pisotón, los pies marchan sin rumbo fijo siempre hacia arriba, hacia las nubes y pegadito a la vereda, siempre, pero no arriba, no, siempre por debajo y siempre mirando al frente y dibujando con la mirada el camino a seguir. Hay días que los caminos se pintan solos, aparecen con un rock y se filtran por la ciudad por donde haya espacio para ir cantando, yo no me bajo nunca de mis pies y apuramos el andar hasta donde casi nunca hay nada interesante que echar abajo, la ciudad a veces amanece marchita sin mi ayuda, y ahí sí, no hay nada que pueda yo hacer para detener a los bomberos que salen corriendo a apagarle el fuego al pecho de algún desdichado que se le ha ocurrido despertar soñando que se ha enamorado de una mujer. Virgen noche que acosa con su tenue respiro, es la misma que alguna vez se cayera del cielo para ser manto de quienes a veces amanecemos quién sabe dónde y quién sabe por qué con los besos amargos de yerbamala y los pies fríos y la cama pequeña y los ojos mirando la ventana como preso en el día en que los túneles hicieron fiesta por su celda, no todos los despertares son buenos, sin embargo, en una de esas, se me abre el pecho y dejo salir dos o tres risas en la cama de nadie y en la cara del mar y en mis manos frente a la computadora, frente al acantilado de siempre, haciendo cola en la misma tienda de malos recuerdos y sueños con oferta por liquidación. 

Justo hace rato venía pensando, mientras corría por la calle, en lo burdo de los últimos años y lo castrosos que han sido con mi piel, con mis ojos; dos patrullas me rodeaban y veían de reojo y malagana mis zapatillas rojas, yo siempre le subo el volumen al rock pesado para no escucharme pensar, pero la lluvia grita demasiado, se vuelve voz, se vuelve quejido de placer y con la mirada fija, manejando como autómata, la mente juega sucias tretas cuando su cabello no se quiere ir, y su cara, en la velocidad, toma forma de su mirada, de la línea exacta en el límite de su boca, con los lunares de lado, esos lunares que le dan vida, con ese cabello negro que la vuelven diosa, con esa malicia que te vuelve loco otra vez, y mientras, tus manos siguen aferradas a la música que se repite y te grita que despiertes, tu salida, a la ciudad, a la realidad, al sol. Usualmente, esas caídas de la realidad se ven acompañadas de un tumulto de nadie que se asoma a ver que te sucede, luego ves que las letras (mientras sigues tirado en el asfalto y tu yo real se aleja silbando alegremente), se escapan furtivas por la coladera, con su bandera de fe y aquellos trajes hechos a la medida del ritmo que balbucean mientras amordazan la voz en el teléfono, el adiós, el porqué, el latir de un corazón distinto, perfecto, que creíste que se iría nunca jamás; el despertar es brusco, peor, cuando las luces se cuelan directo por tu cara y decides andar a las estrellas en el mismo barco de alcohol de siempre; como sea, mañana serás el mismo monigote de plastilina amoldado al quejumbroso y malformado colchón, hecho ironía, hecho trizas, sonríes y avientas lo amargo al monitor, apagas la voz, y pones al corazón en baño maría, en baño de luna, para poder dormir pensado en ella, en nada, en ti.

(continuará...)

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