lunes, agosto 29

Despedida

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco;
pero sí sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mí...
Pero te digo adiós, para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.


Buen viaje girasol.

sábado, agosto 13

Caer

Su destino era fugaz pero quiso darlo todo en aquel instante para brillar por siempre. Pensó que con su más grande esfuerzo algo sucedería en aquella tarde en que viera el mundo por primera vez. Sintió recorrerle su piel mojada toda una estampida de ilusiones que iban desde cielos llenos de estrellas donde irse a morir en paz, hasta noches reflejadas en lagos de plata donde pudiera hallar ese gran amor que había estado esperando. Pensó y soñó todo aquello que podría encontrarse solo en libros o en grandes historias llenas de emoción, se preparó y salió, decidido a ser todo. Y como lágrima que era, recorrió aquella mejilla brillando como cometa contra un cielo terciopelo azul, brilló, hasta caer, eterno, feliz.

jueves, agosto 11

Lejos

Abriría las alas y saltaría por ti ahora mismo, dijiste, luego las guardaste debajo del abrigo y te fuiste a los barrios bajos a asustar gente con tu astucia; sorprendidos los ojos que miraban cuando abrías camino y enseñabas lo que realmente había debajo. Yo nunca lo vi, hasta el día que te fuiste lejos de mí.

viernes, agosto 5

GiraLuna

Cuando el conejo hizo aquel guiño con la nariz, entendí que se dirigía a mí, y las demás gentes en el ascensor se miraron extrañados mientras me hice tan pequeño como pude y me escabullí entre los botones que marcan los pisos del edificio. Las ataduras eléctricas y los tornillos rasgaron mi ropa y al conejo lo dejaron con manchas rojas en la piel, pero siguió delineando cables hasta que caímos en un hoyo con una etiqueta que lo marcaba como: peligroso. Al final de la caída, el conejo estaba muerto de risa y yo riendo hasta morir, la gracia no fue en si aquella caída sino ponernos a pensar en los pobres pasajeros atrapados allá arriba, los bomberos afuera tratando de abrir la puerta y la gente adentro, histeria fugaz apoderándose de sus bocas, tratando de explicar que un extraño y un conejo se escaparon por el tablero de controles, y antes de su graciosa huida, apretaron el botón: OLVIDAR.


PD1: Mantenerse cuerdo se va volviendo una difícil tarea. Poner los pies en la tierra será la solución.

PD2: ¿Aún me lees?

lunes, agosto 1

Un miedo

No buscaba la forma de esquivarlo, pero cuando vas por la calle y una espiral de miedo se te atraviesa al cruzar la esquina, la luz que llevamos dentro nos hace despacharla pronto y proseguir. En mi caso, flexioné la cabeza y mojé los labios como disimulando mi atención a la banqueta, miré fijo mis pasos y me suspiré inadvertido cuando el miedo pasó a mi lado y me olió el sudor, como los perros que huelen tu sentir, el miedo de niños, el terror de anciano sin bastón en la cuerda floja. El miedo pasó de largo, yo respiré tranquilo al otro lado de la banqueta, lo miré de reojo y me advertí mojado del pantalón, después de todo, hay miedos colados que se le cuelgan a uno del alma, y está jodido borrarlos como si fueran gis en un viejo pizarrón.