viernes, agosto 5

GiraLuna

Cuando el conejo hizo aquel guiño con la nariz, entendí que se dirigía a mí, y las demás gentes en el ascensor se miraron extrañados mientras me hice tan pequeño como pude y me escabullí entre los botones que marcan los pisos del edificio. Las ataduras eléctricas y los tornillos rasgaron mi ropa y al conejo lo dejaron con manchas rojas en la piel, pero siguió delineando cables hasta que caímos en un hoyo con una etiqueta que lo marcaba como: peligroso. Al final de la caída, el conejo estaba muerto de risa y yo riendo hasta morir, la gracia no fue en si aquella caída sino ponernos a pensar en los pobres pasajeros atrapados allá arriba, los bomberos afuera tratando de abrir la puerta y la gente adentro, histeria fugaz apoderándose de sus bocas, tratando de explicar que un extraño y un conejo se escaparon por el tablero de controles, y antes de su graciosa huida, apretaron el botón: OLVIDAR.


PD1: Mantenerse cuerdo se va volviendo una difícil tarea. Poner los pies en la tierra será la solución.

PD2: ¿Aún me lees?

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