domingo, abril 26

Un cajón para guardar ilusiones

Tristeza terca,
que me lleva con ella hasta el fin de la luz,
y doy vuelta y desgarbado me regreso apagando las estrellas,
para dejar al cielo dormir en paz,
no sé que hacer con este sentir,
tanta gente alrededor, tantas risas,
tanto andar sin ti,
tanta burla de la noche que se desvela conmigo,
y de regreso lo mismo, te pienso, te quiero,
y otra vez varado en tus manos, en las mías, sin ti,
quiero darle estos ojos rojizos al viento,
que se lleve colgado este abrigo de hiel,
quiero un cajón para guardar ilusiones,
quiero unas alas rotas para llorar,
quiero abrazarme a tu ceguera,
quiero despertar abrazado a tu andar.



Se busca compañera para volar.

jueves, abril 23

Incoherencias bajo luz artificial

Hay una melodía constante que me atosiga,
me jode,
y creo que es la de mi propia voz,
tú sabes, ese desencanto de escucharse en una grabación insulsa,
torpe,
como quien recién sale del mar y aún siente las olas en los muslos,
así yo siento aún los ojos en el cielo,
o en el infierno,
no sé,
solo sé que me da por teclar hasta el cansancio,
escribir,
reciclar,
reciclarme,
dibujarme
relacionarme con luces que luego se vuelvan huracán,
y arrebatarme el dolor con una aspirina,
con tres kilos de autocompasión,
y ya no preguntarme qué carajo ha sido de nosotros,
bien, en todo caso, que ha sido de mí,
y de las seis de la mañana que ya no me saben igual,
ni los besos ni los enojos,
ni la biblia ahorcada en el tendedero,
un Jesús descalzo y parlanchín,
un diablo fumando hierba,
el olvido soñando con que ya no le manden más,
nada más,
todo aquello y las comas que sobran,
delirios,
somos delirios,
alucinaciones,
cordura en el pabellón,
los truenos enormes,
la montaña rusa perfecta,
la caída libre a nubes de algodón,
no,
nada,
coherencia,
ninguna,
locura,
toda,
ausencia, toda, toda, toda.
Ausencia.
Eternidad.
Yo. 


te reconocería aún con los ojos cerrados, ahora vas y vienes en mi memoria como por tu casa.

martes, abril 21

Después

Más besos que cualquier otra consideración. Varias horas después de las últimas letras, da lo mismo, sigo casi igual, con la inspiración atorada bajo tu mirada y con las mismas ganas de archivar cada instante en esta torpe memoria, que se queden todos me digo, lo mismo al sonar de las campanas, la telenovela y el drama de andar en el centro de esta ciudad mientras el viento nos quiere borrar a todos, hasta a los que se quedan en casa y a los que deambulan sin su mascarilla. Bueno fuera, así seríamos solo tú y yo, y a seguir adelante, caminar de la mano, bajarnos por las escaleras enormes de caracol y andar en este año tan extraño, que se empeña en desanimar, pero que dentro de poco vendrá con unas ganas que pinta a cielo, a suspiro hondo, a sueño azulgrana, a las dizque ganas de ir a trabajar pero pensando en ratitos de hace un mes para acá. Y luego resulta que uno piensa en guardarse instantes en el archivo de la memoria que se no se borra, respaldar los mejores días en un disco que dure para siempre pintado de hoy, y así, me quedo con aquellos minutos colgando en una rama afuera de algún jardín de la ciudad, nada más, balanceándonos la sonrisa ahí tan cerca, tan distantes de lo real, ahí, ahí nada más.

lunes, abril 20

Te deseo aquí

Justo ahora. Quiero arrebatarte a la distancia y jurarte un amor eterno como el que no te han jurado esos cien juglares que han hecho canciones sobre ti. Quiero arrebatarte al ayer, a tu pasado, a tus cuentos y a la sensación de otras manos recorriendo tus calles camino a tu casa, que son mías, por derecho y por antojo, por ganas, por deseo, como el que nadie, pese a las promesas que te hayan hecho suspirar, puedan cumplir, créeme, lo firmo con un beso en tu frente, sobre tu boquita triste y tus labios color cereza que me hacen perder el pudor en el cielo, escapar de alguna reunión y tirarme a tu lado para contarte un secreto, para decirte, con esta voz mía tan terrible, que amo la tuya, su tono, su estilo particular, tu risa (por dios, tu risa), el huequito que se forma en las orillas de tu boca cuando sueltas alguna carcajada, eso, y resbalar en sueños por tu pecho, por tus manos, por tus dedos, y acompañarles a cada risa del camino al éxtasis, de tu paz disparada contra mi terquedad; es tan solo, diosa, que se me antoja correr ahora y no esperar a que vengas, hasta mí, entrar en tu gris oficina y buscarte hasta ver tu mirada y tu asombro dejando caer el teléfono o el estúpido ratón ciego del ordenador, notar en tus mejillas la sorpresa, el día que por fin me levante y ejerza el derecho divino de hacerte volver, y nada más, llevarte a las ruinas de mi castillo donde nadie vuelva a saber nada más de ti más que tus letras en algún espacio virtual.

Es mi alma, ¿sabes?, que no se conforma con tan poquito de ti y quiere más, mucho más, como tenerte recostada y sin prisas para admirarte enterita y volverte a reconocer como si no fuera un sueño, solo una realidad, esta, donde el pensamiento nos tiene juntos, y las ganas nos brotan por los poros, y mis torpes palabras vuelan buscándote y confesándote algo que hace tiempo sabes y que nada ni nadie puede arrebatarle a nuestros oídos, aún en el silencio de estar sin ti justo en este momento: te quiero. Y te digo, luna de plata, que espero verte llegar cuando el sol se oculta sobre el cielo de la primavera, la luz se apaga, el mar se duerme, mis sueños me erizan la piel y tú en la puerta, mochila al hombro, el tiempo detenido, mis ojos congelados en ti... 
Ella es Luna.


sábado, abril 18

Noches

Me quedo descalzo a mitad del cuarto color azul, pensando en perderme para siempre en lejanía, ser una crayola que dibuje un camino instantáneo como en las caricaturas (creador de caminos marca ACME) y recorrerlo en instantes para abalanzarme a besos sobre ti. De recuerdo, en noches como esta, acaricio la imagen de la luna, en el espejo, que hoy se pinta de amarillo y se peina extravagante de rayos con sonido de mar, allá arriba donde todo está tan quieto como mis ojos, expectantes, un tanto divagando como queriendo pretender que les crecen alas, para mirarte más de cerca, y todo eso, ya sabes, en el delirio de extrañar así.

jueves, abril 16

Diurno breve

Ya te veo, cuando vienes y descalza te paseas por mi cuarto. Yo sigo dormido con los ojos abiertos, descansando la espalda y contemplando la nada encima de mí. Las torpes ideas arremeten pinchando al sol de recuerdos, y gotea despacio en mi frente y le escurre a mis ojos algo parecido a tu imagen, aleteando en la ventana pero sin entrar, sin esperar respuesta, y miras los libros, las ganas, pero te vas de regreso a tu mar. Poseidón sonríe airoso, su sirena regresa cuando él, y su aire hastiado, le llena de corales la cuna donde debe reposar para toda la eternidad. Despojarse ganas y sueños, desvestirse de ilusiones y risas, de amor, de besos en los pies y de la soledad de ser libre. Yo te veo cuando pasas despacito por mi playa, apenas dejas huellas en la arena, rodeas los arrecifes de mi poca luz y te desvaneces cuando llega la hora de contarte algún sueño. Y así, pequeña, esquirla de olas eternas, te paseas otra vez por esta tierra encantada, siempre, para irte otra vez al cuadernito de donde alguna vez te saqué.

Será la memoria de las manos, de los pies, la que nunca olvida. Serán los besos, tu cabello, la fe, la que se empeña en soñar(te) otra vez.

martes, abril 14

Inteno

Intento acercarme pero tu ya no estas, te estarás perdiendo en el laberinto que construí para ti?, o quizá estés ya en otro planeta, una nueva luna dando vueltas al rededor de un nuevo sol...

domingo, abril 12

Aqueous Transmission

Judas miró de reojo su par de ases y torció un poco la sonrisa, a su derecha, Gabriel sintió otra vez la punzada de la tardía muela del juicio debajo del cachete izquierdo, recordó la cajita de aspirinas que escondía bajo las alas pero luego, retomando la cordura, pensó que aquel movimiento podría interpretarse mal en una partida de póker, por demás, crítica y absolutamente tan seria como la de aquella noche. Judas quiso soltar un suspiro de emoción cuando la siguiente carta que destapó fue un tercer as, pero enseguida atisbó a su izquierda el sudor en la frente de Jesús, que con los pies descalzos y las uñas llenas de tierra, empezaba a denotar cierta ausencia del juego mientras la posibilidad de perder se hacía más grande. Un minuto antes, el hijo de Dios había decidido arriesgarlo todo, apretó sus cartas y arremetió apostando su resto (y algo más) pese a la dura mirada de papá, que le miraba fuerte desde el mismísimo final de la escalera al cielo y que dejó ver una nubecilla negra por encima de su cabeza cuando en toda su gloria y omnipotencia entendió que se los había llevado al carajo. Judas miró enfrente a su compañero y se levantó de la mesa, el juego estaba ganado y las cartas ganadoras se convertían en ceniza mientras Luzbel se tiraba al suelo y brincoteaba por la habitación.

El Papa se sentó en la mesa del balcón, en el mismo jardín de siempre, la fuente y sus alegres gotitas brillando en la mañana y el cielo tan azul como ayer. El mensajero dejó el papel a un lado de las frutas partidas para el Pontífice, que lo miró extrañado y lo abrió, intrigado por el sello celestial que rodeaba los bordes del sobre blancuzco. Leyó tan solo para si y los guardias pudieron ver el cambio de color en sus ojos cuando entendió las letras rojas del comunicado oficial:


A quien corresponda,

A esta hora mañana estaré retomando el control sobre sus insignificantes existencias. Favor de verificar correspondencia en su oficina para llevar a cabo el cambio de administración en las mejores circunstancias, los notarios, cardenales y políticos necesarios ya han sido avisados y todos los testigos requeridos para las firmas y retratos han sido convocados a la brevedad. La entrega de poderes en esta otra entidad ya ha sido otorgada y todos los acuerdos han sido legalmente autorizados en mi nueva investidura de creador y dador de vida (o muerte, o lo que sea, ¡bah!).

Hasta pronto y que la oscuridad de mí, su nuevo señor, esté con ustedes.


Atte.

Luzbel, Satán, el Diablo, et al.
Su muy muy señor. 

P.D. Ah, y vayan limpiando un estante para los calzones de mi marido y mis quince esposas, ellos llegan hoy.


viernes, abril 10

¿Por qué?

Quiensabe. Siendo honesto. Los dedos hasta se emocionan al roce con el teclado pero nada, día, tarde y noche me quedo mirando la luz de la pantalla y no sucede nada. No hay mucho que contar y al mismo tiempo, lo hay todo, me he ido a vivir a otro mundo del que ya no quiero regresar. Los atisbos de realidad son pocos ahora, pero siguen existiendo, humano al fin, horarios de oficina, relojes, ropas, palabras, andanzas, rutinas. Todo sigue girando y nada parece ser igual que ayer, todas las ganas están en ir al norte, es hora, es el año, los meses y estos días que ponen de si su calor, su viento, su tardanza, su espera, para verme ir y venir en los mismos columpios que de montaña en montaña cuelgan de los sueños que me empeño en inventar. Quiensabe. Siendo honesto, creo que he vuelto a empezar.


miércoles, abril 8

Nunca

Nunca quise olvidar, en serio, simplemente quise dejar de sentir, dejar aquellas sensaciones que me vaciaban los ojos de tu imagen y quedarme con la foto de tu cara mirando lejos un espejo de ti, tu piel lejana y tu cabello terco desparramado por encima de tus ojos de arena, tu boca de cielo y de infierno, terriblemente volátil, como mi imaginación; pero nunca quise olvidar, tan solo, tomé este corazón y lo recosté sobre una hoja blanca, algunos giros lograron el efecto deseado, quedó envuelto en mis letras, y lo arrojé al frío de la luna. Luego desperté soñando que había visto a una sirena sentada a un metro de mí en un sillón café con vista a cierto jardín de sol. Y luego dormí, para ya no despertar.

domingo, abril 5

Cansado

querer a quien no tiene intención de quererte es la segunda manera más estúpida de perder el tiempo; la primera es pensarla.

Muy cansado,
las manos tiemblan,
los ojos se cierran,
huele a tristeza,
paredes blandas,
cama destendida,
pies dolidos,
brazos entumecidos,
calor sofocante,
vaso vacío,
teclado ruidoso,
internet lento,
monitor brillante,
bitácora aburrida,
a dormir.



PD: Cambio botella de ron por historia de amor con final no feliz. 


viernes, abril 3

Voy a decir sencillamente

Tal cual, estoy que rozan mis pies en la orilla de un precipicio (no tan poético como el de Sabines), pero si tan abismal como el desamor en sí. Sucede que hay etapas en las que uno recuerda y se inmiscuye en atrocidades bíblicas de recuerdos, luego viene la cordura, la calma, pero igual, nunca la paz. Voy a decir sencillamente que hoy no amo, ni quiero, ni soy. Pero si siento, desgarro y vivo de tus mensajes, tu risa, hundirme en tu pelo negro, imaginar el aroma de tu cuello, recordar tu mirada ante mí, abrir los ojos y saberte ahí, darte la mano despacito por la calle, tu risa vibrando lejos, tus pies caminando despacito, tus gritos azorando la noche, el oasis de tu piel, aquella isla donde vives, andar por nuestras calles de césped, nadar en tu mar, las letras perdidas para ti en mis poemas y tus ojos, que de repente se asoman y se acuerdan de cuando no me quisiste querer, pero igual, resultaste enamorada de este sencillo escarabajo azul. Ahora bien, la orilla no es nada resbalosa, pero uno suele hacer cara de malabarista cernido sobre la guía de alambre y hacer como que se cae, como que no se cae, a fin de cuentas, uno quisiera siempre evitarse el porrazo. Ya no estoy tan seguro, sería mejor, más sano y menos cuerdo dejarse caer, olvidarse de cuentas de banco y cheques de amor, pagos por himnos de olvido, canciones lentas de vino y mal humor, y caer tan solo hasta que la pared se sincere con la Luna. Suele suceder que a esta hora, me pienso en tu boca imposible. Tarareo alguna tonada que te agrade y pretendo no estar demente y poderte acariciar. Letra etérea me tumbo en tu vientre y pienso en el porvenir, el librero mudo, polvos de cielo perdiendo la fe, y a la mesa, dios y el diablo de nuevo, preguntándose cuando repartiré la siguiente carta y a quien le daré el favor de perderse en mí, quizá a ninguno, quizá a ambos para terminar frenéticamente en la fiesta de cielo y sol, las alas no secan, los ojos no caen y los pies no resbalan al abismo, que se cansa, también, de esperar que abra los ojos, de una vez por todas y resbale a la nada que de por sí, cada noche invoco antes de irme a dormir. Voy a soñar sencillamente que hoy no extraño, ni pienso ni soy. Pero si escribo, dibujo y vivo de una tarde donde tu espalda era las puertas del cielo, y letra a letra caían los besos más vivos que nunca en aquel cuadernito. Ya casi nada evita que me vuelva loco de imaginarte, ya casi nada evita que te piense, sin existir tú, sin existir nunca yo, en ti.

"¿Qué pasaría?, 
si te digo, que te extraño, como a nadie, 
si me dices en silencio que lo sabes, 
si no nos decimos nada, para qué..."