viernes, abril 3

Voy a decir sencillamente

Tal cual, estoy que rozan mis pies en la orilla de un precipicio (no tan poético como el de Sabines), pero si tan abismal como el desamor en sí. Sucede que hay etapas en las que uno recuerda y se inmiscuye en atrocidades bíblicas de recuerdos, luego viene la cordura, la calma, pero igual, nunca la paz. Voy a decir sencillamente que hoy no amo, ni quiero, ni soy. Pero si siento, desgarro y vivo de tus mensajes, tu risa, hundirme en tu pelo negro, imaginar el aroma de tu cuello, recordar tu mirada ante mí, abrir los ojos y saberte ahí, darte la mano despacito por la calle, tu risa vibrando lejos, tus pies caminando despacito, tus gritos azorando la noche, el oasis de tu piel, aquella isla donde vives, andar por nuestras calles de césped, nadar en tu mar, las letras perdidas para ti en mis poemas y tus ojos, que de repente se asoman y se acuerdan de cuando no me quisiste querer, pero igual, resultaste enamorada de este sencillo escarabajo azul. Ahora bien, la orilla no es nada resbalosa, pero uno suele hacer cara de malabarista cernido sobre la guía de alambre y hacer como que se cae, como que no se cae, a fin de cuentas, uno quisiera siempre evitarse el porrazo. Ya no estoy tan seguro, sería mejor, más sano y menos cuerdo dejarse caer, olvidarse de cuentas de banco y cheques de amor, pagos por himnos de olvido, canciones lentas de vino y mal humor, y caer tan solo hasta que la pared se sincere con la Luna. Suele suceder que a esta hora, me pienso en tu boca imposible. Tarareo alguna tonada que te agrade y pretendo no estar demente y poderte acariciar. Letra etérea me tumbo en tu vientre y pienso en el porvenir, el librero mudo, polvos de cielo perdiendo la fe, y a la mesa, dios y el diablo de nuevo, preguntándose cuando repartiré la siguiente carta y a quien le daré el favor de perderse en mí, quizá a ninguno, quizá a ambos para terminar frenéticamente en la fiesta de cielo y sol, las alas no secan, los ojos no caen y los pies no resbalan al abismo, que se cansa, también, de esperar que abra los ojos, de una vez por todas y resbale a la nada que de por sí, cada noche invoco antes de irme a dormir. Voy a soñar sencillamente que hoy no extraño, ni pienso ni soy. Pero si escribo, dibujo y vivo de una tarde donde tu espalda era las puertas del cielo, y letra a letra caían los besos más vivos que nunca en aquel cuadernito. Ya casi nada evita que me vuelva loco de imaginarte, ya casi nada evita que te piense, sin existir tú, sin existir nunca yo, en ti.

"¿Qué pasaría?, 
si te digo, que te extraño, como a nadie, 
si me dices en silencio que lo sabes, 
si no nos decimos nada, para qué..."

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