lunes, junio 21

De la tristeza

Empezó hace un par de días y hoy me despertó de madrugada haciendo estragos en el camino del corazón al estómago. Esta es una de esas sensaciones ya reconocidas y aún inexplicables que le suceden a todo mundo, no importan los horarios de oficinas, las mentadas de madre en el carro, el tumulto para tomar el autobus que se ha tardado cuarenta minutos en asomarse por acá el muy jodido, y todo eso desemboca en ideas hechas un nudo al final del día, y en el núcleo de esa maraña, el dolorcillo que aqueja y rasguña por dentro al pecho que se hincha y tose y se pone en pie de guerra por no poder explicar lo que sucede. Lo mismo pasa con los ojos y las lágrimas que huyen en secreto a refugiarse en la almohada, sin explicación, y en el estómago todo que te estalla, y hasta las piernas tiemblan y los sudores fríos recorriendo la espalda y el lunar al ladito del corazón. Nada que alguna torpe medicina no cure, supongo. Nada más.