martes, julio 28

Si un día te vas

Si te vas, quizá me asome a la ventana un poco menos que ahora. Yo sé que estás lejos, pero a veces me da por asomarme e imaginarte andando descalza por mi calle viniendo hacia acá. La imagen que más me gusta es cuando cargas con tu mochila. Llena de besos. Llena de abrazos. Y en el cielo se leen mis ojos gritando tu nombre, cayéndose como avalanchas de luz, toditos para ti. Si te vas quizá me quede aquí. Con los dedos engañados esperando que un día vayan tus manos a volver hacia mí, hacia las caricias que les guardo en mis bolsillos, así pienso, quizá, que si te vas, habrá muchos caminos que recorrer para buscarte, hasta encontrarte, y si no existes, volverte a soñar.

jueves, julio 23

Revolución

Estas manos tienen días que no saben obedecer. Escriben o rescatan letras perdidas por todo el teclado, en las pequeñas barrancas entre cada tecla y haciendo tremenda alharaca, preparan el plan para volver a escribir que pienso en ti. Hoy, de la nada, indagaron el camino hasta un par de letras que pretendían ser tu nombre. Tuve que amordazarlas y ponerle fin a su deseo, pero mis labios, sonriendo, lo dijeron en voz bajita, y yo, sorprendido, entendí que este motín para quererte empieza a sobrepasar mis ideas y se ha esparcido como idea revolucionaria por mi cuerpo. Cuando tus labios iniciaron la revuelta que llevaría a mis ojos a enamorarse de ti, nunca me imaginé ser el primero en quererla ganar (y el primero en quererla perder), hasta hoy que sorprendí a mis ojos leyendo lo que quieren, a mis manos escribiendo lo que pienso, a mi boca ansiando lo que sueño, a mi brazo renegando por la falta de tu mano caminando juntos por las calles de camino a tu hogar.

sábado, julio 18

Alebrijes en la cabeza

Todo empezó como siempre, mirando alrededor, nomás para asegurarme que iba despacio, y que el mundo se iba con la finta de que todo le daba vueltas yo; en la cabeza, los alebrijes de siempre dando vuelta y contando los mismos cuentos de siempre para dormir, para que la noche se convierta en estrella de mar y vuelva a rezarle fervorosa al segundo que cuelga de mi fe, con el hilillo mágico que mis ojos idearon para estar atento al tiempo, a la añoranza de ver al mar volver, en sueños ridículos, donde el mundo no está de cabeza y donde amaneces pensando en mí, con tus manos hechos nudos con mis manos, atados al cierzo que nos comemos en copitas de plástico, por calles empedradas, por la orillita donde mi cordura ansía que le presten la llave y escaparse, a donde pueda ser libre y ya no volverse loca pensando en mí, sin ti.

lunes, julio 13

Ay tristeza

No sé qué sea lo más curioso, toparnos de frente con ella o simplemente redescubrirla viviendo como siempre, en nosotros mismos, en cada mirada y en cada gesto, en cada paso y en cada instante al dar la vuelta en alguna esquina, en alguna calle empedrada, o en una de tantas subidas y bajadas de esta ciudad, pero casi siempre, sea curioso hallarla de nuevo o no, la tristeza se pone vestidos que le embellecen y al mismo tiempo, nos pone la carne de gallina y nos espanta hasta los huesos, nos aterra saberla de regreso o nada más despierta otra vez, ahí sentada con nosotros en el asiento del carro, en una oficina del trabajo, en la banca de la plaza o agarradita de la puerta del autobús atascado de las tristezas de los demás; casi siempre se asoma cuando uno la espera ansiosamente, cuando el teléfono anuncia el último instante de cierto tono que nos hace comprender que alguien sigue lejos, que alguien se ha ido o que alguien tiene aún que recorrer unos cuantos minutos para regalarte un abrazo, la tristeza mira casi siempre de lado y acaricia la mejilla de su portador, sabiéndose dueña de la situación y del exacto alcance de su roce, sonríe y sigue mirando a distancia clara y confusa como siempre, perfecto alimento para su existir. Por más óperas que nos reboten en la cabeza, por más tintineos de ganas de almorzar besos, ella sigue insistente y sale primero a la calle para ir siempre un paso adelante, rasguñando suspiros para sentirse viva, sentirse querida y odiada por los mismos que la hacen, por los mismos que la alimentan y por los mismos que la odian, y que como bien sabe, tarde o temprano le abandonarán en algún lugar o arrojarán a algún caldero hirviendo, con la firme pero poco ávida esperanza de que se muera para siempre, a sabiendas que tarde o temprano volverá en alguno de sus vestidos: distancia, melancolía, celos, sueños, ilusiones o risas tristes que a veces se vuelven llanto en el silencio, en la oscuridad de noches llenas de ella, de sí misma arropándose bajo las sábanas, acurrucándose hecha luna, al menos por un rato, hasta que los aleteos de la ausencia se queden sordos y dejen paso a las ventanas abiertas, que como cartas blancas vuelen por debajo del cielo para traer las nubes afiladas que matan a la vieja tristeza, que le arrancan de tajo sus ideales y en algún frasco viejo de mayonesa le dejan guardado el corazón, casi siempre sin etiqueta, irreconocible, depositado dentro de un jarrón, que ha visto mejores días en pasillos vibrantes, y que hoy tan solo se enrosca al final de un librero de madera sosteniéndole las letras a ciertos libros empolvados, muertos, olvidados, como ella.

lunes, julio 6

De siempre (01:35 AM)

Es que le dan miedo los abrazos virtuales, y las frutas bailarinas que hacen muecas queriendo caer bien, eufóricas, irreales pero que igual se asoman a saludar. Y yo cansándome la espalda dibujando letras, imaginándonos en esas calles donde el sonido de tu risa le daba una luz especial a la noche, ahí quisiera perderme para siempre, con el brazo colgado de tu cintura y los ojos volviéndose locos de atar, de tanto mirar, remirar, rebuscar y revoltear hacia ti, y luego al cielo, y luego a las nubes, y luego a las calles y nuestras largas caminatas. Y es que del otro lado de la ventana, los dibujillos virtuales asustan a mi luz, y yo pensando en mirarla de reojo, y lo único que encuentro, por ahora, es su ventana abierta pero callada, frutas que envidio para morir igual, en unos minutos, en sus labios, un lápiz negro colgando del cielo con un cordón, unos lentes atentos para encontrarla en mis sueños y una caja azul sin sentido, llena de polvo y cachivaches olvidados por estas manos, dedicadas, al momento, a viajar al lugar de siempre, allá lejos, aquí cerca, sintiéndola, extrañándola, dibujándola a besos virtuales, para nunca olvidar.

¿Vamos a caminar?
Quiero jugar a ser sol…

(Fin de la Cuarenta,)

miércoles, julio 1

Vuelve pronto y se fue con las flores

Todavía me azotan esos nervios, todavía me dan ganas de gritar y lanzarme por la ventana al primer asomo del sol sobre mis ojos. La manía de despertarme buscando luna en la ventana, no hay, no ha habido, ni habrá, los aullidos son para las nubes que juegan a dibujarse un mundo debajo, donde alguien nos revuelve con el dedo y aturdidos, nos ponemos de pie y nos vamos a trabajar. Varios meses después me detuve en la puerta un momento a considerarme afortunado, lo hice, como siempre, en la puerta por la que imagino que has pasado muchas veces y que también tiene ya la mañana de preguntar por ti, la habitación a oscuras, un lápiz impreciso que ahoga sus bostezos mientras se bebe una cerveza, es mañana, lo que tanto me soñaba ayer, por fin, ha salido en el periódico que la venta de vidas en el mercado ha bajado considerablemente, suerte que no vendí la mía, y la tuve, aquí guardada, para ponerla (aunque ya no importe) a tus pies, mi querida Luna...