jueves, abril 23

Incoherencias bajo luz artificial

Hay una melodía constante que me atosiga,
me jode,
y creo que es la de mi propia voz,
tú sabes, ese desencanto de escucharse en una grabación insulsa,
torpe,
como quien recién sale del mar y aún siente las olas en los muslos,
así yo siento aún los ojos en el cielo,
o en el infierno,
no sé,
solo sé que me da por teclar hasta el cansancio,
escribir,
reciclar,
reciclarme,
dibujarme
relacionarme con luces que luego se vuelvan huracán,
y arrebatarme el dolor con una aspirina,
con tres kilos de autocompasión,
y ya no preguntarme qué carajo ha sido de nosotros,
bien, en todo caso, que ha sido de mí,
y de las seis de la mañana que ya no me saben igual,
ni los besos ni los enojos,
ni la biblia ahorcada en el tendedero,
un Jesús descalzo y parlanchín,
un diablo fumando hierba,
el olvido soñando con que ya no le manden más,
nada más,
todo aquello y las comas que sobran,
delirios,
somos delirios,
alucinaciones,
cordura en el pabellón,
los truenos enormes,
la montaña rusa perfecta,
la caída libre a nubes de algodón,
no,
nada,
coherencia,
ninguna,
locura,
toda,
ausencia, toda, toda, toda.
Ausencia.
Eternidad.
Yo. 


te reconocería aún con los ojos cerrados, ahora vas y vienes en mi memoria como por tu casa.

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