lunes, agosto 1

Un miedo

No buscaba la forma de esquivarlo, pero cuando vas por la calle y una espiral de miedo se te atraviesa al cruzar la esquina, la luz que llevamos dentro nos hace despacharla pronto y proseguir. En mi caso, flexioné la cabeza y mojé los labios como disimulando mi atención a la banqueta, miré fijo mis pasos y me suspiré inadvertido cuando el miedo pasó a mi lado y me olió el sudor, como los perros que huelen tu sentir, el miedo de niños, el terror de anciano sin bastón en la cuerda floja. El miedo pasó de largo, yo respiré tranquilo al otro lado de la banqueta, lo miré de reojo y me advertí mojado del pantalón, después de todo, hay miedos colados que se le cuelgan a uno del alma, y está jodido borrarlos como si fueran gis en un viejo pizarrón.

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