El primer instante fue de mis ojos, en caída libre hacia tus pies y
aquellos hombros que miré como queriendo reconocer (o imaginar) mucho
más cerquita de mí. Pero no era el tiempo, ni siquiera éramos miradas
que se quisieran cruzar. El tiempo se tuerce en sueños a la advertencia
de la risa que hay en ti, constante, y a mi sentir, intrigado de mirarte
de cerca en silencio desde la trinchera de un sillón, y ganarnos la
guerra a miradas, a destiempos, al antojo de nunca quedarse con las
ganas como dijiste alguna vez. Y brincan los ojos a ti, más pequeña,
distinta y de rojo, llegando apurada cobijada por una lluvia terca (como
siempre, la lluvia), y de reojo, yo, asegurándome que eres tú y que no
te sueño, ahí en silencio, pagándome la entrada a una historia, a un par
de horas de tu silencio y tu perfil, que reconocería hasta madrugada y
me guardaría en el bolsillo de la fe, por si acaso, por si alguna vez.
Aquella mañana desperté sin soñar, sin haberme quedado en realidad
dormido y tan solo pensando y esperando a una visita que ya nunca se iba
a ir (y yo sin saberlo), alcé las ideas y viví el día largo en espera
de ti (¿me soportarás desde temprano?), y a tientas llegué andando por
el caminito que se haría nuestro después, la avenida
de ruidos, que lleva a nuevas vidas, y yo sin saber que venías volando a
robarme algo más que una sonrisa, por suerte, ese día, no dejé mi alma en
mi cuarto, y todo se detuvo para verte llegar tan inesperada, tan exacta
en tu andar, y yo quisquilloso, y yo mirón de tu cabello, y yo mirón de
tu sonrisa y yo reacio a tu mirada y al contacto con tu piel (no sabía,
ni pensaba).
Cuando intenté dormir a tu lado, supe que no lo
haría ya nunca, tan solo, respiraba a tu ritmo y seguía en el mismo
sueño de ayer, el mismo de hoy, el mismo donde me robaste todo y yo
encantado, te lo di, te lo doy, hasta siempre, y que nunca sea que te
vayas, ya que yo encontré por fin el mundo del que vine, al que regreso,
los besos de los que nacieron estos sueños, y las ganas de seguir
siendo tan solo un hombre, y tú, la ilusión a la que cada mañana me
gusta llamar mi Luna.
Y hoy sigo volando igual (pero más alto).
Y hoy sigo volando igual (pero más alto).
Me llegó el mensaje donde
me hablas de tu día,
y la pregunta que ni lo es,
sabiendo ambos la respuesta...
me hablas de tu día,
y la pregunta que ni lo es,
sabiendo ambos la respuesta...
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