miércoles, mayo 15

Que bien se ve

El primer instante fue de mis ojos, en caída libre hacia tus pies y aquellos hombros que miré como queriendo reconocer (o imaginar) mucho más cerquita de mí. Pero no era el tiempo, ni siquiera éramos miradas que se quisieran cruzar. El tiempo se tuerce en sueños a la advertencia de la risa que hay en ti, constante, y a mi sentir, intrigado de mirarte de cerca en silencio desde la trinchera de un sillón, y ganarnos la guerra a miradas, a destiempos, al antojo de nunca quedarse con las ganas como dijiste alguna vez. Y brincan los ojos a ti, más pequeña, distinta y de rojo, llegando apurada cobijada por una lluvia terca (como siempre, la lluvia), y de reojo, yo, asegurándome que eres tú y que no te sueño, ahí en silencio, pagándome la entrada a una historia, a un par de horas de tu silencio y tu perfil, que reconocería hasta madrugada y me guardaría en el bolsillo de la fe, por si acaso, por si alguna vez.

Aquella mañana desperté sin soñar, sin haberme quedado en realidad dormido y tan solo pensando y esperando a una visita que ya nunca se iba a ir (y yo sin saberlo), alcé las ideas y viví el día largo en espera de ti (¿me soportarás desde temprano?), y a tientas llegué andando por el caminito que se haría nuestro después, la avenida de ruidos, que lleva a nuevas vidas, y yo sin saber que venías volando a robarme algo más que una sonrisa, por suerte, ese día, no dejé mi alma en mi cuarto, y todo se detuvo para verte llegar tan inesperada, tan exacta en tu andar, y yo quisquilloso, y yo mirón de tu cabello, y yo mirón de tu sonrisa y yo reacio a tu mirada y al contacto con tu piel (no sabía, ni pensaba).

Cuando intenté dormir a tu lado, supe que no lo haría ya nunca, tan solo, respiraba a tu ritmo y seguía en el mismo sueño de ayer, el mismo de hoy, el mismo donde me robaste todo y yo encantado, te lo di, te lo doy, hasta siempre, y que nunca sea que te vayas, ya que yo encontré por fin el mundo del que vine, al que regreso, los besos de los que nacieron estos sueños, y las ganas de seguir siendo tan solo un hombre, y tú, la ilusión a la que cada mañana me gusta llamar mi Luna.

Y hoy sigo volando igual (pero más alto).

Me llegó el mensaje donde
me hablas de tu día,
y la pregunta que ni lo es,
sabiendo ambos la respuesta...

No hay comentarios:

Publicar un comentario