sábado, marzo 21

Todo lo que hay que decir

Muy de vez en cuando, saltando de planeta en planeta, uno llega a toparse con seres como tú, y entonces, viajero terco, decido detenerme un rato para entenderte más (o al menos tratar de hacerlo), y acabar varado en tierras de sol, con un viento que le hace daño el frío y que se enamora de virtualidades, con ojos grandes mira la pantalla y se ríe y con los pies descalzos dibuja el utópico camino a seguir.

¿Hay que dar gracias al viento por detenerse de vez en cuando, y ser solo brisa tenue y sonrisas eternas? No lo sé, no creo que haya forma de agradecerlo, más que bañarse en él, y aprovechar cada roce de sus alas, antes que la mañana nos sorprenda, y la primer luz del sol nos convierta en gota de rocío, indefensa, cayendo, queriendo ser viento otra vez.

Todo lo que hay que decir, se nos ha escurrido de los labios en medio de las calles, tu voz, tus lentes, tus mojitos, tu brazo colgado del mío, tu risa y mis manos regalando letras, no hay forma de pagar las tardes, las noches, los sueños, y sobre todo, el vínculo, indescriptible, que nos lleva, siempre, de regreso, a compartir soledades.

Una vez dije:
El regreso a casa fue triste. No sabíamos que hacer, los planes se nos fueron esa noche en el parque de tu casa. Atrás la luz dormida. Los arboles nos saludaban entrando a nuestra realidad. El regreso a casa, casi sin llanto y en silencio, pues la música disfraza mi silencio: ¿qué más da el silencio, la música, si nuestras soledades se siguen acompañando?.

¿Alguna vez piensas en mi?

1 comentario:

Petronila dijo...

En el momento más oportuno*

Publicar un comentario