Mira
que lo planeé perfectamente: ir a la tienda más cercana y comprar una
cajota de chocolates de esos que no te gustan, y luego, en el borde de
mi locura, ir corriendo hasta tu casa para entregártelos yo mismo
haciendo de mi presencia una sorpresa anunciada por mensaje de celular.
Pero luego vino la cordura cuando platicamos. Aunque yo en secreto
mantenía el plan de los chocolates pero la entrega se había visto
alterada en forma y modificada en esencia para ser enviada en un sobre
de manila que llegara bien puntual, luego, pensando, deseché la idea al
imaginarme a los pobres chocolates fruncidos, aplastados y enmarañados
en el sobre amarillo, y la apuesta de mi sentimiento y prueba de mi inevitable
estado de ensueño, anulados por mal servicio de entrega. Así que mejor
decidimos hacernos el amor (en otras palabras hacernos los locos, cantando y bailando bajo la lluva) el
viernes, o el sábado, o el domingo, o toda la vida hasta que los sueños
no puedan más, me parece mejor plan. Pero incluso hoy de mañana pensé en
ganarte el saludo y otra vez perdí, ahí estaba, un te quiero colgado de la pantalla, y lo que hice fue devolverlo empezando a lamentar no haberme
amanecido a tu lado hoy, aunque eso nos pasa de una vida para acá entre
semana, así nos pusieron en el tablero de ajedrez, así que será cuestión
de aceptar que no seremos la parejita que se besuquea en el parque y
caminan atolondrados empujados por un globo con forma de corazón. Pero
¡ahhh cuantos besos nos esperan al siguiente encuentro!, supongo no
somos los únicos, supongo no soy el único que se amanece pensando en su
amor. Ya hace tiempo que este día se vende para enamorarse. Pero eso
nunca me pasaba a mi, era cuestión de vivirlo tal cual y aunque una
tarde como aquella me pillara tomando cerveza y pensando ¿por qué yo
no?, igual seguía la costumbre de no alterarme mis razones y tan solo,
dejarle ese festejo a los demás. Mira que hoy hago lo mismo, no festejo
porqué me lo dice la tele, tú sabes, como fiel testigo de estas ganas,
que llevo meses festejándole su más mínimo rayo al sol, sus cascadas de
plata a la luna y por las mañanas, mando mis mejores sonrisas en un
sobrecito virtual que llega hasta tus manos en forma de alguna canción.
No hay más razón de sentirse festejado que serlo, en un día de amores,
como todos, igual, ¿igualitito no?, pero con paletas cayendo del cielo y
querubines rogando que les compres un dulce en la televisión, y en las
revistas, y en el radio, y hasta en las esquinas donde alebrijes alados
se colmen los ojos de miel, de promesas, de planes que para algunos no
llegarán a ser. Creo que solo se trata de gritar, si todos los
hiciéramos a la vez, para sabernos parte unos de otros, de los amigos
que se han ido, de los que no se aparecen, de los que bailan, de los que
de plano prefirieron otro cielo para mirar, acá seguimos, creo, en la
misma calle por donde pasan los “maestros” que vienen a llamarnos
cursis, las grandes mentes que vienen a vaciar su despecho en un jarrón,
para irse, y enamorarse de sus propias glorias. Yo sigo alucinando
sincero, que se salgan las letras que quieran, hoy no las voy a detener
ni voy a pedirle a los ojos que no lean, que es de todos, el día sea
cuatro o nueve o cien mil, es día para volar.
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