lunes, febrero 25

Arroz con leche y un marinero contando cuentos de sirenas

Las historias deben ser simples. Pero los humanos nacimos con cierta tendencia a desmenuzar los sueños y a entretejerlos complicadamente a cada paso que damos por campos interminables de estambre deshilachado. Yo no sé qué haría si un día decidieras no regresar. Los libros, empolvados y a veces ausentes, ya ni siquiera se asombran de mí y de mis pasos sobre los mismos a cada vuelta que le invento al atrapasueños, le quito telarañas y le espanto moscas, pero siempre retoma esa posición indiferente y hay tardes, como esta, que me pregunto si en realidad los atrapa o si los sueños, viejos canijos que son, lo esquivan diciéndole que el foco es el sol y corren por las paredes que no dejan de suspirar, de parecer excitadas, desinhibidas y que a veces, hasta cambian de lugar. En la distancia, su voz y sus lágrimas, y aquí dentro, un corazón hecho trizas, cobijado por las mismas manos que hoy le curan las alas, esperando que pase la tormenta y que esta balsa deje de zozobrar, abrazándose, en la distancia, con la historia simple que soñó, con la historia simple de otro corazón que también lo imaginó.