miércoles, marzo 3

Al fin

No basta enredarse con las letras para destripar estas ideas torpes,
hay que hacer más, como volar.
Así de cursis, ¿volar?.
Volar a ras de cielo, ¿por qué no?, volarse el cabello y volar los espejos en mil pedazos,
volar como quien huye de la peor de las pesadillas y llevarse la casa en las alas,
el baño, el lavabo, el piso y las escaleras, los ojos de los vecinos, la muralla de ladrillo,
las plantas y los ex jefes, los papeles, las firmas, las listas largas e interminables,
hay que hacer de todo para que llegue el día de hacernos el amor,
con todo y celos, sal y azúcar para volvernos rock, gitanos, bosque, buganvilias que sueñan con ser bonsái,
caricaturas de esas no aptas para niños que se tumben al sillón y aprendan a soñar al ritmo de tus caderas,
miénteme todo lo que necesites para saberte colgada de mi pecho,
de mi lengua,
de las voces que gritan al otro lado del teléfono,
de los aullidos en pasillos llenos de rencor,
la muchedumbre corriendo al vacío,
el pabellón atestado de nuestros peores sueños, la gripe,
el robo de la luna, el evangelio de tu piel, el apocalipsis que dicta el reloj,
no bastan las manos para vestirse de letrero del fin del mundo, te decía,
bastan las voces, que no se mueran, las miradas al filo de la calle contigua,
el bostezo del diablo, cuando sabe que le llegó la hora de despertar,
y dejarnos en paz, al fin.
Y morirnos en paz, al fin.

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