domingo, mayo 10

Natus Vincere

Mujer colores. Asomó desde la ventana con ese dejo de tristeza, el de siempre, con las alas tendidas al sol pidió limosna de besos al espejo y se esfumó pletórica de colores en la mañana de calor; se llevó en sus ojos el brillo ausente de los míos, y no regresó, ni luego de un año luz.

Mujer lejos. Asomó desde la ventana al ritmo de una pieza para violín, los labios sabor vino previnieron a los segundos que marchaban detrás de la inminente destrucción del momento indiferente que se nos venía encima, explotó tanto cuando le robé el alma que la lluvia de risas del bufón inundó los pueblos cercanos; y yo, con los ojos cerrados, tuve que decir lo siento, y tuve que decir adiós.

Mujer ojos. Asomó desde la ventana con un beso por delante, simplemente lanzó al aire uno de tantos que se le escapan y con vida propia subió por mi cuello y me robó un suspiro por debajo de la camisa, quise amarrarme a sus labios para que la noche no fuera eterna pero nos ganaron los respiros rápidos y las luces locas atravesando el umbral; sencillamente, fue como detenerse camino a Venus a cargar combustible de estrellas, y pagar con luna, para no variar.

Mujer oasis. Asomó desde la ventana convertida en una brisa leve, que me recorrió la espalda y cayó rendida en mis manos mientras las hojas resbalaban despacito por su piel de árbol de vida, le bastó, como siempre, sonreír en sueños para despertarme en realidades de risa febril, alarmado y atento miré el reloj y era la misma hora de ayer, cuando me enamora sin quererlo, o sin saberlo, sin saberse robada por mis labios que ya la hicieron canción; pero luego, como siempre, pasó las manitas suaves por el cielo, dibujó nubes grises para si, y desapareció sin besos, sin fe, sin corazón.

Mujer risa. Asomó desde la ventana con la silueta de su propia ausencia siguiéndole los pasos, quiso ser flor y se tatuó en la pared que quedó justo enfrente de donde aterrizó; no supe como responder a la sonrisa, así que tan solo, descolgué un grito callado del techo, y le arrojé un beso por la cornisa, esperando que cuando venga, lo encuentre vivo y bailando en algún callejón.

Mujer dolor. Asomó desde la ventana con cara de antes, disfraz de musa y pies de virgen que acecha los sueños a los que ya no voy; pero ella no lo sabe, sigue fantasma tibio en un camino por donde ya no pasa nunca nadie, ni siquiera el cierzo a congelar ausencias, y se mira al espejo y se va, a donde siempre, sin saber, que mañana regresa, a donde siempre, para quererse quedar.

Mujer esperanza. Asomó desde la ventana con un dejo de simpleza conocida, pinta manzanas y regala asombros caminando despacio y se bebe cervezas como diosa cazadora, se viene sola en la noche, se llena con los sueños y se mueve gloriosa arrancando suspiros al colchón; amenaza con un beso que dure para siempre, y yo doy media vuelta y sigo el río, olvido, me voy.

Mujer sollozo. Asomó desde la ventana colgada del brazo de alguien más, yo pasé en alfombra mágica y grité desde el alma para llamar la atención que nunca quiso regalar, de reojo me mira, se suelta el pelo y se va con él, se ríe con él, se quiere con él; yo me quiero con ella, así que me tomo el destino y le echo limón para que no raspe en la garganta, tiro los ojos al cielo para ya no ver, para ya no llorar, el sollozo soy yo.

Mujer sangre. Ella asomó a la ventana con los colmillos y el alma ensangrentados, se colmó de ganas con un ángel descarriado que encontró en el bar, bebió despacio sangre celeste, sangre celestial de oveja perdida del señor, pero con alas; cuando vino a convidarme, saqué las alas que guardo en el ropero, y volamos un rato recordando viejos tiempos, enseñándonos los mismos caminos, recordándonos las ganas de volver a matar.

Mujer sueño. Ella asomó a la ventana justo cuando yo la cerraba detrás de mi, vino tan pronto como pudo porqué supo que salí a buscarla otra vez el fin de semana pasado, asomé por cerros y montañas donde la magia la encuentra, donde los collares de chamán me alertan si pasa por ahí pero caí en la misma desesperación de querer flotar en el mar, en el mar de tormenta que no responde si le grito, en el mar de arena que se me cuela en los oídos y no me deja respirar cuando suena a orquesta de besos, cuando me retumba la ausencia, la indiferencia de sus aguas y el murmullo de su adiós, de su compromiso previo con Neptuno, total, que yo ni papeles tengo para irla a buscar tan lejos, no quisiera toparme con bardas y barrancas donde hormigas azoradas hagamos fiesta en honor del olvido; cuando quise jugarme la última carta me di cuenta de lo vacío que estaba el lugar, podría ganar fácilmente y reclamar fortuna y comprar el infierno solo para nosotros dos, pero ya nadie repartía cerveza, las sillas del lugar estaban rotas y yo seguía jugando contra mi y seguía perdiendo contra ella, imposible, aunque no quería, ni podía, dejarla de soñar.


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