viernes, mayo 8

Cazadragones

Maté a un dragón, y lo hice sin miramientos, anduvo volando toda la tarde y el calor se hizo insoportable, azotaba las alas contra las ventanas y salía volando al pasillo para volcarse otra vez echando fuego por la nariz, se reía y bajaba en espirales atravesando el atrapasueños colgado del foco, se miraba de reojo al espejo y las escamas se le hinchaban cada vez más, ya casi no cabía luego de unas horas, y yo ya no quería sudar tanto y soportar su aliento, cada vez más denso, de dragón, dragón verde, dragón milenario con cara de ansiedad. 

Cerré los ojos, y sin piedad, dejé de imaginarlo. Cayó muerto, a mis pies, me miró con una extraña lagrima en los ojos amarillos, y se convirtió en ceniza, que ahora, por más que imagino que no existe, no puedo acabar de barrer.

experto en labios imposibles

No hay comentarios:

Publicar un comentario