Aquel acantilado sollozó cuando el mago miró por última vez a su princesa, en
el horizonte, los dragones caían muertos y el sol se hundía en la noche para ya
no volver a ser luz, las montañas daban marcha atrás en su peregrinación anual
a las estrellas, que caían en lluvia de lágrimas y azotaban la tierra
convertidas en esmeraldas secas al viento, la nube de la princesa mar se
alejaba en la distancia y el mago leía inútiles frases que la amarraran a esta
dimensión… cuentan que el mar se alzó como un gigante y tapó el cielo y tapó la
luna y tapó al mago con su calor, las flores caían muertas y los árboles se
tapaban la cara ante la tristeza eterna de aquel adiós… Inefable dijo ella, y su
voz de color se alejó para siempre, y el mago, con la pulsera azul entre las
manos, cayó de rodillas y durmió en un campo verde, soñando aquellos besos por
toda la eternidad.
Dicen que en aquella montaña, junto al mar, hay una roca que sueña y ríe, que
todo lo que sueña es, que todo lo que sueña, es mar, que todo lo que sueña es
ella, y que todo lo que sueña, un día será…
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