lunes, octubre 1

Atento

A este cuarto le gusta acaparar calor, le gusta guardarlo y luego aventarlo cuando llego a casa y quiero dormir, me da tos, se me atora el alma en la garganta y suelo acabar gateando, jadeante y sudoroso por el espasmo de echarla a volar, pobrecilla alma, sale de mi boca y cae al suelo, con las alas atadas, medio rotas, y corre debajo del librero para acurrucarse con un par de sueños que duermen ahí hace ya un par de años. En las esquinas el cuarto se queda lo mejor, la imagen de los besos que me gustan, atorados sin luz se tienen que conformar con dormir atorados en esas telarañas sin bichos, son sombras y se reflejan ardientes por el desierto que se vuelve mi fe acentuada en desgano, en parir extrañas bolitas de ilusiones que se van volando por la rendijita de la ventana. El cuerpo sigue en su afán de inundarme de calor, mi pecho empeñado en sudar, en suspirarte y en preguntarse a donde han ido los dragones... deberían agradecer tanto calor, pero ya no vuelven por acá. Hasta la música está cansada y se recargan como midiéndose la distancia en lunes de honores a la bandera, el espejo sirve de techo a los recuerdos que le cuelgo, y no es falta de amor propio lo que me hace extrañarte, extrañarla, extrañarlas y semientender que la lluvia que me sigue a todas partes no es una consecuencia extraña de fantasmas pasados, ni de viejas rencillas con el bufón, es consecuencia de un camino andado, letal, eterno, que se vuelve a andar y vuelve a jugar las mismas jugarretas a mis (ya de por si) alterados sentidos, los caminillos se abren y las puertas se vuelcan en distintas veredas, que siempre tomo, hay que hacerlo, nunca se sabe donde van a desembocar y a donde irán a parar mis pasos, los suyos, los tuyos, los del viento, los del mar. El calor me funde el pensamiento, y las manos, dicen, no son quienes controlan el arcaico monigote aquí sentado, ellas solo siguen el ritmo del respiro, lento, nariz tapada y cabeza en subibaja, no hay espacios en los textos, no hay brincos de la luna a venus en los cuales ir de polizón para no extrañar el brillo de los besos que el cuarto se sigue aferrando en mostrar, tan solo, por las esquinas y debajo de las telarañas, del atrapasueños, de mi sudor, de mi miopía de felicidad. Repito, no es falta de amor propio, lo que me sobra es quererme, lo que me sobra son besos y lo que me sobra es camino para imaginar; lo que no quiero, es este calor innecesario en mi cama, aullándole a la luna, al mar, al viento, al sol, a mi sudor, innecesario, también, con lo bueno que sería este infierno, si estuviera siendo compartido, en un orgasmo, es una piel, en una noche de sueños, de paz, donde solo deba apretar las manos, y no tenga que imaginar.

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