martes, agosto 7

Chill Out

No tengo mucho que decir, ya casi no hay mucho escribir. Rondé una de esas pruebas psicológicas donde determinan que uno podría estar deprimido, pero no la hice, si lo estoy, prefiero no me vaya a enterar y las cosas vayan a empeorar, aunque, en si, me deprime el simple hecho de saberme triste. Todo esto, lo apenas perceptible, boca arriba y con los ojos hacia lo oscuro de la nada, y los pensamientos que hilvanan razones para esta soledad. Pero no hablo de la soledad que es estar solo, más bien, de la soledad bruta, terca, que se hospeda abriendo huecos en el estómago y no sabe razonar con tristezas ni enojos, sencillamente se establece y adorna las tardes a su gusto, soledad pasmosa, lenta, indescriptible, intangible, pero absoluta y pesada que va con su hamaca a todas partes, balbuceando necedades, y uno, tirado en la cama mirando la falta de sueño, tejiendo porqués y volviéndole a dar la vuelta a la espina dorsal de la soledad tan solo para volver a hallarla indescriptible. Ando respirando lento, como para no acabarme el aire, y es poco el que entra y se atreve a rondar las cavidades de mi esqueleto para impulsarle vida a este sin asunto que he vuelto a alimentar en el espejo, las mismas tripas pero el mismo estómago que se desespera por que lo único que atrapa es fe, y de fe, prefiero tragar rezos en un bolillo con poco migajón, ya no quiero estos latidos, tampoco, y la saliva que trago es la misma que dibuja extrañezas en mi voz, y se cansa, como siempre, justo antes de perder(nos) la razón. Voy a matar latidos, sigiloso, y a encerrar para siempre el respirar que me libera de la noche, no creo que a nadie le importe si cierro los ojos y me resbalo del mundo, desnudo pero con las zapatillas fijas para no quemarme con el cielo rojo que he soñado, y desabrigada el alma, aprovecho para doblar la espalda en señales de humo que nublen el habla, y a tapar el destino de los ríos que corren por mi cuello, de ahí ya no regreso, me voy en la alfombra mágica de unas últimas letras, a ensayar el desgano que le crece en cicatrices en el pecho a esta terca soledad.

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