viernes, noviembre 27

A Galatea

He decidido echarle la culpa al diablo. Echarle la culpa y mandarlo decididamente al infierno, al cielo, al carajo, al cubículo gris de alguna oficina de gobierno donde ya no atormente más. Entre otras cosas estamos nosotros, el amor y las tentaciones que nos dejo en la entrada de la puerta, ya sabes, tus labios y mi lengua, tus pezones y mi boca, el mar entre tus piernas y mi sed que no se sabe acabar. Hasta ayer. Hasta anoche que la luna empezó a reflejarse en tu piel, casi como un lunar, como un sol lunar,luz muerta en tu piel blanca, y tú nada mas callabas, ¿que podías decir? Si era la distancia la que empezaba a dibujarse entre nosotros, eso y ciertas maniobras del diablo por alejarte mas de acá. ¿O era Afrodita? desdeñosa, gorda y burlona, la que miró abajo y sonrió. Que si la influenza, que si la combi, que si otra jodida manifestación en provincia, que si un tapabocas para San Judas, una manzana para la Santa Muerte, un amarre o una ensalada de rezos en el templo de algún nuevo profeta del maíz, daba igual para tu piel ahora de mármol, o casi de sal, blanca y libre, lisa, tan tierna como tú llorando silencioso en tu escalera, embalsamando algún jardín, ahogando de brillos el patio, esquirlas por sobre tus ojos que estallan, toda la tristeza del mundo en nuestro colchón. Y esa diosa, el diablo, Dios, los ángeles o algún genio que te ha convertido otra vez en una estatua, otra vez en cuento, otra vez en canción para mí, que nunca he aprendido a cantar.

*** Ayer todo lo que querias (paseo),
hoy tan solo un saludo (mensaje).

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