lunes, noviembre 16

Diagnóstico

Usted se ha vuelto loco amigo. Dijo el doctor y tajantemente extendió la mano en fría despedida. Yo salté del diván y sentí la puerta del consultorio cerrarse tras de mi (y el sonido de la triple cerradura activándose por dentro). Bajé las escaleras de aquel edificio con una nube negra en la cabeza. El diagnóstico no fue el que yo esperaba y me encaminé de regreso al trabajo para marcar la tarjeta a tiempo. Apenas eran las nueve de la mañana de un día lunes, y yo en mi escritorio mirando una triste receta para combatir mi enfermedad, una ventana cantando lluvia y una ciudad agonizando de amor; ya solo faltaba que el mundo dejara de creer en mí; ya solo faltaba que mis credenciales dijeran: Dios, ex – señor todopoderoso. Amén.

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