Muy de mañana, salí a la
calle a buscar poemas asesinados, y a trazar con gis azul su silueta; pero la
sangre no siempre permite delinear como se debe, así que vine y me senté en la
montaña a esperar que pasaras por aquí; segundos como días y minutos como eternidades
vinieron, se posaron, se volvieron orugas y decidieron emigrar al sur, y en una
larga fila dorada mis pensamientos se largaron a hacerse nudo a otro lado, yo
me quedé viendo el día pasar y amortiguando mis ganas de hacer volar con
pensamientos precarios acerca de vivir en el mar. Me quedo sin ti, me voy a
vagar mientras la noche se traga a esta tarde marrón, nadie ha venido a
asomarse a esta celda, quizá sea hora de cerrar los ojos y dejar de pensar en
ti; si, claro, como si eso fuera fácil, aunque quizá logre dejar de esperarte
muerte, quizá al menos logre desenmarañarme de estas ganas y pueda dormir sin
despertar como cada día, un poquito más cerca de ti.
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