martes, agosto 13

Conteo...

Querida Luna...

1.
Creo que empecé a morir lento el día que vi una imagen tuya y me imaginé tu voz. Morirse lento es pensar en barreras de tiempo y blindajes de sueños, morirse lento es no ser la lengua que suba por tu ombligo hasta meterse por tu boca y le demos cien vuelcos a este mundo criticón. Morir lento es verte y ser invisible a tus caricias, a tus labios sin freno, a la imperiosa necesidad de amarte, o morir.
2.
No sé qué sea, la pared, el espejo, el brillo de tus ojos o la eternidad de tus labios lo que me ata a este mundo virtual. Y sigo encerrado y en contemplación de ti, invisible al tacto, al tiempo, a ti. Esta ciudad tan llena de lluvias me arrastra buscando tu imagen, y cuando la encuentro, lo demás, no importa, y el invisible ya no soy yo.
3.
Cuando quise dejar un recado que llegara a tus ojos, recordé que los humanos no podemos ver de frente a ciertos ángeles de luz. Soy invisible porqué es un “parasiempre” que no puedo cambiar; yo sé que la curiosidad por verte con estos ojos me va a matar un día a la vuelta de la esquina, pero a eso bastarían tus labios para volverme a levantar. Yo sé que alguien, a tu lado, tendrá la fortuna de ser la mano que se entrelace con la tuya, yo me quedo con el consuelo de visitarte en sueños, donde puedo existir para ti, y tú, diosa andante, atravesarás espejos y una lente vendrá a platicarme de ti, y la ciudad, primavera eterna, es solo el marco de mi imposible, de mi canción sin tus labios de mar.


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