A que no te atreves a contarle al
diablo tus más íntimos secretos. Y no es que te rete, ni que te lo ruegue por
el amor de todos los santos, es tan solo que cuando te miro mirarte al espejo
sé que miras la mirada de mis ojos. Míranos, mirándonos, mirones, miles,
muchos, millones, malheridos, malsanos, muertos, mutilados, metiches,
miserables trozos de cielo rasgándose la piel igual que aquel día en que
nacieron hechos ángeles, desnacimos digo, estropeando el gran plan del creador,
pero qué más da, si ya sé que no nos vamos a atrever, ni yo aquí en el espejo,
ni tú allá lejos alejándote de casi todo, siendo fugaz, instransferible,
inseparable de mí.
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