No me preguntes como es que suceden estas cosas. Pasan y ya. Aquel día
me prometí mirar al cielo y no dibujar con los dedos tu nombre, eso era cosa de
todos los días, enamorarse al primer vistazo en la plaza, la heladería o la
entrada al cine. Luego un café, inevitable si se quiere tener una buena
conversación y un pasatiempo para evitar silencios incómodos, nada más parecido
a una letanía de enamorado perdido en aquel callejón, tomando de la mano a mis miedos
para presentarlos de mejor manera a los tuyos, siempre sin dejar de mirar los
labios de la luna, todo en un arrebato se vuelve gris, cuando cae del cielo una
tonada de ayer, y dice que hay que andarse despacio de nuevo antes que el sol
nos convierta a todos en piedra gris, estatua vacilante, sin lugar, sin ganas
de salir a reconocer un beso, otro día más. Ando a caminar despacio, bajo una
torpe luz gris.
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