martes, diciembre 4

Cuando sopla este viento

El viento va y viene, y no lo puedo ni podré retener, le veo menear las caderas y soñar con seres que le arrebatan el alma, le veo ondear entre árboles de diamantes y aletear despacio para que le admiren las pequeñas hormigas que como yo, intentamos hacernos notar escalando montañas azules de formas un tanto absurdas y acabar partiéndonos la madre cuando los rabos de nube nos sueltan a su antojo para caer sobre yerba verde y flores y diosas que nos quieren tan solo para juguetear. Luego miro al mar que parece que ha estado siempre esperando mi regreso, le miro con sus olas y con su inmensidad y eso que tanto me llama a hundirme para siempre y nunca regresar a esta tierra, donde el viento, cual tramontana, se empeña en enseñarme que sigo siendo un mortal y un personaje de alguna tira cómica de diosesillos juguetones que me dibujan de formas de las que nunca podré escapar, y veo mis letras al viento ser nada y veo los trazos de mis ojos que siguen mirando lejos a través de ventiscas familiares, eternas e imposibles para hormiguitas de caricatura que no saben lo que es volar. El mar está lejos, y yo, hormiga trabajadora, construyo una pequeña balsa para romper las playas que me separan de su humedad, quiero llegar, no sé si logre saltar las olas que azotan esta arena, no sé si el mar quiera ser invadido y no sé si el mar siga estando cuando acabe mi balsa de ramitas, hojitas, y recuerdos listos para ponerme mi armadura y lanzarme a navegar. A pesar de todo, el viento será quien me apresure a ir o venir, como siempre, a su antojo, a su camino, a su andar, a su eterno soplo y vestir de luna, lunaviento y lunamar, soplando, llamando, alardeando su divinidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario