Diez
y treinta marcaba el reloj, la pared se adornaba de rojo y se perfumaba
en telarañas que con sus hilos de oro formaban figuras dignas del
jardín de los dioses húmedos que se esconden bajo las caricias de la
lluvia; nueve veces se sacudió la tierra cuando la tos de los
relámpagos la despertó del sueño de ser cometa, las colinas estaban
agrietadas y los soles del planeta se acurrucaban en sus nubes de
algodón; ocho discos comilones llegaron tarde anunciando calzones
con una moda de color, dieron vueltas en el piso de vainilla y le
dijeron loca a la mantis religiosa que sacaba fotos con un sorbete color
sillón; siete arañas patonas que tocaban la flauta se
aparecieron en la cueva del ratón, con sus villancicos despertando al
grillo y asustando fuerte al queso, con su música que se elevaba colgada
de las alas de los relojes que se habían caído de la pared recién
pintada ahora de azul; seis pisadas en la alfombra que da a la
chimenea anunciaban la llegada del gato feo y sus botas verdes con
adornos hechos por el pedacito de canción, con los bigotes quemados y
las garras limadas y limones alineados para dar la bienvenida a los
poetas de las doce de la noche; cinco segundos más dijo el pavo y
estaría listo para empezar a bailar, con sus plumas de colores y la
mesa puesta para comer cuentitos adobados, se preparaban las neuronas y
los cronopios que venían de lejos a cenar, un fama que se coló gritaba
borracho de tanta leche: ¡vaya fiesta si señor!; cuatro abrazos
de la rana a su escalera y susto tremendo cuando una media se resbaló,
el mago lanzó dragones y cisnes y lunes de color, los vampiros
vegetarianos llegaron ya con dientes afilados y listos para ensayar el
pasito que el hombre lobo salsero se empeñaba tanto en enseñar; tres
cucarachas paradas de manos llevaron las charolas y los dulces para
empezar, a tirones la piñata se puso en pie y el palo de escoba se
rascaba las barbas preguntando al piratita de cartón por que diablos se
comía a besos a la bruja, que no se había sorprendido previo aviso del
gandallón; dos toquidos en la puerta pusieron en alerta a los
sueños vigilantes, un coche rojo como el vino y otro color melón, se
asomaron unas hadas y unos duendes y por supuesto el minuto atrasado que
les diera el aventón; uno siempre se pregunta: ¿a que tanta
elaboración?, es que acaso nadie entiende que aquí todos hechos se hacen
bola, aquí todos risa y risa y rascando comezón, aquí dentro en esta
caja todos vamos bien vestidos, y aquí dentro amasando espirales y
apretujando trozos de nube con imágenes dispersas de un camaleón enojón,
cero olor a tierra mojada, cochinillas aceleradas para darse un
chapuzón, ¡alguien que traiga el cuchillo! gritó la luna en su camisón, y
entonces todos juntos la agarraron, la amarraron, la mocharon en mil
brillos, y dio comienzo la celebración.
Feliz
año a todos los que han venido a embarrarse con mis letras, y
embarrados nos lanzamos a otros 365 días de colores, subidas, bajadas y
vueltas en sentido contrario. Vamos juntos pues.