lunes, febrero 3

Hoy amanecí humano, y solo te supe extrañar

Hoy quise tomarme un rato para extrañar un "buenos días" en las mañanas. Un "te quedaste dormido" en las noches. Tus lunares y las diferentes constelaciones que se formaban en tu rostro. Mis chistes que encajaban perfectamente con tu risa. Una mordida en tu oreja izquierda. Un zarpazo de ganas a tu corazón. Un beso violeta rasguñándome el cuello. Una caminata larga hacia tu casa. Una vuelta al mundo en ochenta suspiros. Una carta de amor desde tu voz caminando con apuro. Un intento de canción desafinado. Una risa tuya colgando viva de mi brazo. Tu boca robándose mi alma para siempre. Mi alma escapándose a tu boca por que sí. La paz cristalina de imaginarte dormida a mi lado. La guerra frenética de hallarte tan lejos de mi antojo.

Hoy quise tomarme un rato para extrañarme como fui el día que te dije que me gustabas por primera vez. Caí de una nube roja ataviado con mi uniforme de guerrero celestial, te miré hecha mar y quise ir a la batalla por ti, aunque sabía que iba a perder las alas, la fe, y el recuerdo de una diosa quedaría tatuado con lágrimas en mis mejillas, y aun así, supe que daría mi sangre y zarparía cursi hacia el horizonte de tu olvido; fue entonces que me confesaste que salías con él, y el sueño tan solo se partió en dos.

Hoy amanecí humano, 
y solo te supe llorar,
solo te supe amar pequeña,
hoy amanecí humano, y solo te supe extrañar.

viernes, enero 31

Llamada no tan anónima

Cogí el celular y marque tu numero solo para probar suerte, estaba seguro que no contestarías pero esta vez la suerte estuvo de mi lado. Una conversación algo extraña, imagine por un momento que estábamos los dos sentados fuera de tu casa conversando como lo hacíamos antes, por horas olvidándonos por un momento de todo el mundo, en ese momento solo estábamos los dos y eso era lo único que importaba. Como ha cambiado todo, aquel arbolito que deje hoy es un árbol ya de un buen tamaño, seguramente hubiera sido un buen escondite para nuestros besos, abrazos y "te quieros" infinitos. Lo malo fue que tenia unas enormes ganas de decirte que te quiero y daría todo por volver contigo pero un "tengo que irme" puso todo a su normalidad, lo siento siempre fui lento y esta vez creo que llegue tarde, pero quisiera conservar algo de la amistad aunque sea para seguir oyendo tu voz.

Luego de cortar la llamada me di cuenta qe se me olvido decirte que te amo más que las palabras, se me olvido de decirte lo mucho que significas para mí, se me olvido de decirte que eres mi mundo y más, ¡espero que recuerdes lo que estoy esperando! se me olvido de decirte que te quiero en mi vida, espero que puedas recordar que siempre estoy a tu lado, se me olvido decirte que siento por mis errores, se me olvido de decirte que te extraño cada día.

martes, enero 21

El vomitante

La sensación no era nada extraña, ni siquiera lo fue al principio, fue como un simple vómito, normal, los músculos fuertes y el intestino retorciéndose para escupir por el esófago, lo extraño del caso era lo que caía en la cubeta al lado de la cama. La primera vez fue un sueño, algo extraño, se sonrojó cuando se halló vomitado y se cubrió la cara con sus guantes azules, palpó la cubeta y lo mojado, se salió, vio la ventana, y saltó al vacío. La segunda y tercera fueron similares, pero habían caído 2 o 3 sueños a la cubeta, el resultado era el mismo, acababan muertos en el macetero del vecino, ensangrentados y sin un zapato, pero con una mueca de risa en la cara. Las siguientes ocasiones, que eran cada vez más frecuentes y más abundantes, empezaron a preocupar al sujeto, que de noche se hallaba preocupado por que no le llegaban sueños nuevos, y en la mañana seguía vomitando algunos viejos, cansados, pero entrañables sueños, cada vez cabían menos en la cubeta, que el sujeto acabó vomitando directo en la ventana, ahorrando a los sueñecillos expulsados la vergüenza del suicidio.

Para el día dieciséis, el sujeto se halló vociferando en la ventana, la sensación de vómito era demasiado fuerte pero ya no salía ningún sueño, ni líquidos, ni voz, nada, el sujeto se fue a acostar sabiendo que ya no tenía sueños, y se dio a la tarea de soñar más, pero no pudo, ya no pudo, y con el tiempo empezó a olvidar, tiró la cubeta, tiró el colchón, y se dio cuenta que ya no quería dormir, no tendría sueños, ni tendría nada que vomitar. Algunos restos de sueños todavía reposaban en un par de macetas que el perro había dejado sin revisar, y al día dieciocho, un par de sueños empezaron a trepar lentamente hacia el cuarto del sujeto, que al descubrirlos, se los tragó, sin pensarlo, luego tomó un vaso de agua y se fue a dormir.

Al otro día el sujeto quiso vomitar, pero el par de sueños evitó a toda costa su salida, se tomaron del brazo y se aferraron fuertemente a una costilla, luego a una vena y luego a algo que latía en forma de corazón. Al día veintiuno, hallaron al sujeto tirado en su cama, en posición de vomitar, una cubeta nueva vacía, los ojos vacíos, y la ventana abierta; un par de sueños corrían por el jardín del vecino presos de una alegría inmensa, corrían fuerte y de la mano, esperando que alguien, en algún lugar, los soñara, y ese alguien, no tuviera cubeta, ni tristezas, ni ganas de vomitar.

viernes, enero 17

Se me quedó la duda

Escribir es como respirar. Miento. Es casi como respirar. Es lo mismo pero más lento. Es ver la vida a modo de cámara lenta. Si dejas de escribir, te mueres. Eventualmente. Por supuesto eso no ocurre para todo mundo. Le sucede a quienes deciden que su vida debe llenarse de libros y de letras. De letras propias. Que no signifiquen nada para nadie o que de vez en cuando signifiquen un poco a un despistado lector. Despistado con la suerte suficiente de encontrarse con algunas letras perdidas. Eso es todo. Escribir una y otra vez para volverse fuerte: para no morir. Para recuperar la locura. Que de eso se trata. Volver al estado natural. Locos. Llenos de libros. Llenos de letras.