Escribí tanta idiotez que cinco minutos después el destino borró tales palabras, la gente se empeña en recordarme lo que ya no tengo y los sueños que se me fueron, ¿Quién les preguntó?; la luz se afana en enviarme descargas que jodan mi vida y las deudas son expertas en crecer. Este es el minuto del día en que solo falta que caiga un dragón muerto en la calle y alguien me acuse robarle un beso sin siquiera tener el placer. Llueve sobre mojado, y yo escurriendo de ganas, con las fantasías colgadas con hilitos en los dedos para olvidarlas, ya no suelo rezar, pero miro el techo de mi cama y pienso: mañana lloverá menos, mañana saldrá el sol.
No, no debe ser tan difícil.
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