unas manos torpes y un sudor ensimismado,
estos pechos vendedores de suspiros,
dos espaldas ansiosas por cosquillear,
y un segundo beso, eterno, que hasta hoy,
estos pechos vendedores de suspiros,
dos espaldas ansiosas por cosquillear,
y un segundo beso, eterno, que hasta hoy,
no quiero dejar de saborear.
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