martes, diciembre 15

¿Te has ido?

Era miércoles, en el final de los tiempos, cuando él miró el reloj y asustado sintió todo el terror del mundo sobre sus hombros. Le retumbaba en la cabeza la voz del espejo maligno, le cosquilleaban las nimiedades del mundo, las paredes cuchicheantes y el todo verde de aquel bosque lleno de columpios. Luego vino la estela de las tardes lluviosas, las que nos afectan a todos, las que llenan de melancolía cualquier vaso vacío de fé, y fue la peor catástrofe que se le pudiera ocurrirle al bufón, pudrir el corazón de nuestro protagonista y de formas misteriosas, orillarlo al exilio emocional, a las tazas de café sin azúcar y a las ferias sin rueda de la fortuna donde treparse y morir. Él supo que estaba al borde de su abismo cuando el viento del mar lo amenazó con asomarse otra vez a sus cuatro paredes y ahogarlo, cuando una esquirla terrible, del sol disparado hacia la luz, le hirió el brazo derecho causando uno de esos dolores terribles que anuncian en la televisión, y la cura, vertida en una maraña de monedas, ya no le era suficiente para acabar de pasar garganta abajo toda su estupidez. Miró el cielo y avanzó, despacio, contra las estrellas nocturnas que abarrotaban aquel cementerio de caminantes, sonrió y resbaló colina abajo, llenando el acantilado de risas locas y escarabajos mirones que habían ido a ver el show.

¿Te has ido? - preguntó ella. ¿Te has ido, verdad?. Supe lo mismo cuando vino tu silencio, la muerte lenta, cosquilleándome en el pecho, poquito antes de dormir, una hora antes que tú, en el espejo, derritiéndose mi imagen, el cuarto azul, mis pies, mis manos, mis ojos, mis promesas, mi razón de ser yo.

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