viernes, agosto 28

Instante

Ya ves, no siempre estas manos tienen ganas de escribir, pero igual se escapan. No siempre hay mucho que contar, pero igual, sucede que en un trozo de mis sueños se desbaratan lunas, que se caen al mar de unas lágrimas extraviadas, perdidas, azules, mías. No hay esta noche ningún brillo en la ventana, solo tu voz, a lo lejos, tiritando casi a punto del desmayo, casi a punto de ser la línea que traza mi locura por el altavoz, constante se va insinuando por sobre mi cuerpo una marea de desvelo que sube hasta mi pecho, inundándome todo, dejándome tirado a la espera de un no sé qué, de un no sé cuando, de esta desesperación, de estas agruras, de este agravio sin razón, de esta cordura que ya no me viene bien a mí. Y mientras, ¿Qué hacer?, ¿A dónde me largo amor?, si ya no tengo alfombra mágica que me obedezca, ni árboles de vida eterna ni tormentas de ganas lloviznándome por doquier. Hoy no. Esto no es normal, sin embargo, me repito ante el espejo donde se desmorona mi imagen, y aferrada a pequeños tirones de luz, se va mi silueta haciéndole sombra a la pared, que cierra los ojos y espera que le sueñe, que le grite otra vez, aunque debajo de la cama el corazón se escurre, atónito, destartalado y sin vida, casi sin vida, con latidos extraños rezándole a algún extraño dios, ¿y qué más da?, si mañana el hueco estará vacío, las montañas grises, las calles elevadas en los montes a donde ya no puedo llegar. ¿Y la duda?, viva. ¿Y los miedos?, carajo, elevándose, montados en el hielo, en los pequeños insectos que me rasgan la piel, en esta desventura de silbar por un bosque donde no existe el amor, ni hay nada, ni siquiera un hada que me revele una pizca de mí, nada, hoy no hay nada, así debe ser eso que dicen de morir, pero mirándolo todo, mojándome la camisa de incienso, ladrándole a las estrellas, en este desasosiego, me lamento, me pierdo, me desvanezco, y nada más.

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