La vida sigue.
Es eso que te enchina la piel
lo que te mata y lo que llena de tristeza al color morado.
Es –como si necesitara decirlo- la cadencia de tus pasos
la tarde detenida de tus manos sobre mí
el instante, petrificado, en que tu aliento me llenó de caricias
rock &
roll bailando por mi piel
antes de que la noche se largara tan lejos
y nos quedara el día
que es lo que le sigue al segundero y sus interminables sesenta segundos.
Pero no es poesía.
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