sábado, febrero 6

Extranjerismos

Un texto viejito, pretendía ser parte de un segundo libro, lo busque por que traia la nostalgia a flor de piel, lágrimas cojas y espalda adolorida con un trabajo que dicen que no cansa, débil sujeto, moriría si hiciera algo más, con todo y eso, me duele la espalda, los pies, y los ojos tan rojos de tanto mirar, arden, lloran, y siguen tercos en mirar y mirar.

... noche triste, de repente no se si la luna me sigue solo por seguirme, aunque se que no estoy solo, lo siento, pero aún así me trastorna el buenas noches a la pared, el te quiero al vaso de agua, y el abrazo apagado al espacio que dejó a mi lado, como sea, la extraño, y se que no puedo seguir viviendo así, ¿las opciones? dejar de extrañarla, o seguir escribiendo poesías de cuando alguna vez fui muy feliz...

Aún puedo sentir tu voz al otro lado de la línea, aún tiemblo de miedo por oírle decir otra vez que ya no me quiere, y que el nuevo amor que lleva en el bolsillo es un poco mejor que yo, aunque quizá eso sea demasiado fácil, lo extraño sería que no lo fuera.

Me he sentido la viva imagen de mi propio pasado, creo que robé el alma de algún vagabundo una de estas noches que al día siguiente siempre olvido, creo que en una de estas fiestas etéreas perdí otra vez la inocencia en la gente, perdí el lente de lo bonito y se cayó del pedestal la felicidad, será que eso, será que los estuches si importan, o será que los perfumes finalmente huelen mejor que la melancolía.

Ayer me encontré en un libro el pretexto ideal para olvidarla, pero se me acabó en la mañana y empecé otra vez la lista de lo que no puedo dejar atrás, aún las ideas no me alcanzan para jalarme el cabello que tengo y dejar de pensar en las mil razones perfectas para ponerte triste otra vez, y el tonto vaso de azul se me queda viendo y piensa: aquí vamos otra vez, al mundo de amores perdidos y relatos de los recuerdos que se mueven sin cesar.

No me dado cuenta de los pedazos de inventiva diaria que se me caen, no me he dado cuenta de las garras que me han hecho los sueños desde la otra mañana que no desperté en mi cama, en la que llamo cama aunque otros le llamen soledad; ni quise ponerme a pensar más sucesos de cantina para no ponerme a balbucear sandeces después de todo escribir parecía un buen indicio de locura, se que debía ocultarlo, pero ayer ya no supe donde meterme cuando la extrañé tanto, y quise emborracharme de mis trilladas hojas, de mis no lo sé y de mis ya no importa, para acabar así, prendido del recuerdo otra vez.

El menú de la otra noche me pareció una buena idea para empezar, el sonido de la tarde que ya se aparecía otra vez me llenó de ausencia, me llenó de nada y me vació de todo lo que ya no quería siquiera nombrar, sentí que a locura verde se apachurraba contra el techo luego de atraparla, sentí que las sombras dejaban de hacerse el amor y que los muchedumbres de los mercados estaban dispuestas a firmar la paz, acabar los gritos, dejarme pasar y comprar tan solo lo que dictaba la listita de la bolsa de atrás de su pantalón.

Supongo que no sería coherente enviarle esto a la persona del otro día, supongo que debo acostumbrarme a estas cuatro paredes, y supongo que debo acostumbrarme a olvidar las reglas de mi mundo perfecto, caminar entre lo prohibido y no olvidar que se me ha prohibido perder el orden de las ideas como pretendo hacer en este escrito hoy que tengo tanto frío.

Lo dejaré así sin terminar por que así creo que pasaré la noche, o al menos lo que resta de ella en esta mañana, o tarde, no lo sé, o no importa, o quizá no importe, después de todo esta es una noche triste…

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