que el perro a un hueso jugoso ya no le ladre,
que se callen los pianos y con un tambor sordo
saquen el ataúd y entren los dolientes.
Que los aviones que gimiendo dan vueltas en lo alto
escriban en el cielo el mensaje: "Él ha muerto",
que pongan pajaritas de papel en los cuellos blancos de las palomas,
que los policías se pongan guantes negros.
Era mi norte, mi sur, mi este y mi oeste,
toda mi semana y mi día de descanso,
mi mediodía, mi medianoche, mi plática, mi canción.
Pensé, y estaba equivocado, que nuestro amor duraría siempre.
Ya no quiero las estrellas. Que las apaguen,
que empaquen la luna y desmantelen el sol.
Que sequen el océano y barran los bosques
porque ya nada de lo que venga habrá de ser bueno.
que se callen los pianos y con un tambor sordo
saquen el ataúd y entren los dolientes.
Que los aviones que gimiendo dan vueltas en lo alto
escriban en el cielo el mensaje: "Él ha muerto",
que pongan pajaritas de papel en los cuellos blancos de las palomas,
que los policías se pongan guantes negros.
Era mi norte, mi sur, mi este y mi oeste,
toda mi semana y mi día de descanso,
mi mediodía, mi medianoche, mi plática, mi canción.
Pensé, y estaba equivocado, que nuestro amor duraría siempre.
Ya no quiero las estrellas. Que las apaguen,
que empaquen la luna y desmantelen el sol.
Que sequen el océano y barran los bosques
porque ya nada de lo que venga habrá de ser bueno.
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