En el asiento de al lado, una mariposa cantaba algo triste; atrás, una sirena veía el camino con melancolía, sabía que regresando a casa, se iría para nunca más volver; y a su lado, una libélula nos enseñaba que las montañas son azules.
Algo habremos de tener en común, que todos veníamos juntos, a veces en silencio, a veces en risas y a veces en misterio, los caminos siempre acaban siendo distintos, aunque no nos guste, algo siempre habrá de recordarme lo imposible que es mantener atrapados a estos 3 seres en mi navecita del color del vino.
Cuando el viento quería arrastrar el mundo, todavía nos dimos tiempo de comprar fresas y guardar el alma en una foto. Como quisiera robarme ese momento, sacarlo de un cajón cada que tenga ganas de estar bien, y... soñar, sentir, vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario