martes, agosto 27

Quería hablar de amor...

Las piernas largas,
la camisa arrugada.
Un hurto, una mentira
y del pescuezo el alma
por pasión apañada.
Y estas enmohecidas ganas
de decirte en serio mi sonrisa.

Me pregunto
qué buscas en mi que está en ti.
Un mil de ideas distorsionadas,
abuso de rimas forzadas,
voy con tus piernas largas
y mi camisa arrugada.

No tengo nada,
la piel se me encuera
por dentro y por fuera
y pregunto qué busco en ti
que tengo yo,
monótono, rutinario…
Ordinario… Normal…

¿Acaso busco en ti unos trinques?
¿Un lazarillo?,
¿un confidente para mi perro?
¿o un te quiero?
¿Un te quiero?
Ah caray…

Y me llevan las piernas,
las ansias y la camisa,
al pecho injertada la mentira.
La inspiración en la tinta
y la pasión la tengo empeñada
con Don Chon, el usurero.
Él vende fe,
caricias, pasión,
amor verdadero…
Puntería por cinco céntimos,
al que abono cada semana
eslabones para mi cadena.
Pa mi condena, ya ven…

Y me llevan las piernas,
las ansias y la camisa.
No quiero relojes,
jornadas de trabajo,
oro ni plata.
Esta noche, mamita,
lo único que quiero es romper tu piñata,
rodearte de dulces,
regalarte las frutas.

Poeta me quiero
y poeta te quiero.
Si la poesía eres tú
no quiero terminar de funcionario,
jamás volver a tener un amo
ni ser usurero.
Sólo tengo un montón de ganas por decir
Te Quiero.

martes, agosto 20

Pedacitos

Sonó como un almohadazo, ¡plooof! Aquel “te quiero” no confesado, me desmoronó en mil pedacitos. Caí por todos lados y el viento empezó a hacer de las suyas, acabé revuelto en una marejada de mis propios pedacitos y luego estirando la mano formada por varios pedacitos resueltos a no dispersarse, logré cerrar la puerta. Empecé a buscarme con la mirada pero un ojo veía izquierda y el otro miraba cielo, los pedacitos muy revueltos y los colores asustados, pero todos riendo, empezaron buscándose por las cosquillas y acabaron hallándose en un coscorrón, buscando emociones y sintiendo su lugar en rasguños, jalones, patadas y piquetes de ojo, hasta que la luna me reflejó enterito, flotando encima de una hoja y cayendo lento sobre el teclado, y pude ver mis manos y mi aliento apresurado, y pude ver mi risa y pude ver mis pies moverse con los nervios de una mano rozándome la espalda, y los dedos, enteritos, imaginando un “yo también”, y luego, como era de esperarse, un lejano y sordo ¡plooof!

miércoles, agosto 14

Arroz con leche y un marinero contando cuentos de sirenas

Las historias deben ser simples. Pero los humanos nacimos con cierta tendencia a desmenuzar los sueños y a entretejerlos complicadamente a cada paso que damos por campos interminables de estambre deshilachado. Yo no sé qué haría si un día decidieras no regresar. Los libros, empolvados y a veces ausentes, ya ni siquiera se asombran de mí y de mis pasos sobre los mismos a cada vuelta que le invento al atrapasueños, le quito telarañas y le espanto moscas, pero siempre retoma esa posición indiferente y hay tardes, como esta, que me pregunto si en realidad los atrapa o si los sueños, viejos canijos que son, lo esquivan diciéndole que el foco es el sol y corren por las paredes que no dejan de suspirar, de parecer excitadas, desinhibidas y que a veces, hasta cambian de lugar. En la distancia, su voz y sus lágrimas, y aquí dentro, un corazón hecho trizas, cobijado por las mismas manos que hoy le curan las alas, esperando que pase la tormenta y que esta balsa deje de zozobrar, abrazándose, en la distancia, con la historia simple que soñó, con la historia simple de otro corazón que también lo imaginó.

jueves, agosto 8

La Cuestión

Dicen que la vida ocurre como un chorro de agua, de una llave sin fuente que todo lo da, te escurres por el mundo y vas por donde te lleve la corriente, aunque ocurre que el agua es caprichoso como uno mismo y nos desviamos por donde nos dicta la otra parte del cuerpo, el alma, o el corazón. Me dice un amigo que él cree firmemente que el amor no se siente en el pecho, así como románticamente se cree, más bien opina que el amor existe dentro de alguna pequeña cavidad en el estómago, y debe serlo, porque cuando vez a quien te gusta sientes cosquillitas, ¿dónde?, en la panza, cuando estás triste, te doblas como letra "C" y así arqueado vas por la vida con el estómago y el amor dolidos.

El día jueves desperté con un dolorcillo en la panza, o en algún lado de la panza chelera, y me extrañó esa punzada pero como siempre suele suceder, seguí como si nada, ya de noche, volví a sentirlo y el viernes me recordó que seguía ahí convirtiéndome en feto de 38 años a la orilla de mi cama, y ahí se quedó casi todo el fin de semana. Hoy domingo mejoró pero dicen los doctores que no es mi "adiós mundo cruel" ni mi "hasta luego vida bonita", es más bien la serie de trastornos alimenticios que me agradan y que empiezan a hacer estragos.

¿No será que me duele de tanto amor doctor? ¡Uy joven!, no, el amor se siente más arriba, mira, tosa, ¡coff coff!, no sentí nada, - ni yo, dijo el doc, usted trae el amor por todos lados. Salí de ahí pensando que imaginé el último comentario del hombre de la bata blanca y llegué a mi casa a anunciar que aún no muero, y que necesito más música antes de ser agua que se escurre, prefiero ser agua pero que sube lento por unas piernas, o ronda una espalda o repta un cuello sabor sudor, eso me agrada más. Por lo pronto, entonces, hay que sustituír cerveza por wisky, bocaditos por comida, frituras por ensalada y gaseosas por agua del mejor sabor, me pregunto si en internet no venderán alguna especie de estómagos o tripas de juguete para poder comer lo que sea y andar llenándome la boca de lo que tenga a mi alcance; no, no se malentienda, no soy el clásico comelón, eso lo dejo a otros, pero ahora, no todo lo que se antoje, podrá morir plácidamente con mis ácidos.

Me quedo con la duda del asunto este en la panza, trastorno o amor, ¡uy, ambas cosas!, si el amor no fuera un trastorno entonces lo buscaríamos más, pero es cierto, aunque lo busques, no llega, nomás de repente, alguien te lo contagia, y nada puedes hacer, ni ir al doctor te salva de los dolorcillos que recorren tripa, panza y corazón, entonces, no queda más que aprender a tomarse las pastillas, y esperar, erguido aún, a que pase el dolor, o mejor, a que el dolor se convierta en una aguda sensación de aún sentirte vivo.

viernes, agosto 2

Ojos sabor a sal

Ya sabes tú como son este tipo de cosas, los pensamientos repentinos, quiero decir, y la urgencia de escribir cuando no te asomas a mi ventana. De repente extrañarte se vuelve una sensación extraña en la piel, que reclama tu ausencia, reclama la sensación de gritar con todas sus fuerzas las ganas por ser besada otra vez. Y cuando asomo a la calle, le doy forma a las nubes de tu silueta, ahí sin dudas y diciéndome que todo seguirá siendo mucho más que un sueño, asegurándome, y yo extrañado, que lo que sientes es lo mismo que yo. Pero uno tiene sus manías y a veces estas se escapan para hacer un festín; recorren la memoria, los ojos y los dedos que débiles, escriben que se han enamorado como nunca, que se han enamorado por primera vez de una sensación desconocida, porqué es cierto, nada que venga en los viejos libros de la conciencia y nada que reconozcan las antiguas heridas en la piel, las cicatrices de ganas perdidas y amores ausentes, todavía remojados en sueños hechos papel, inertes ante las nuevas luces que asoman por el vecindario, y estos labios, atónitos, simplemente se inundan de ganas para juguetear con los tuyos y a manera de complot le avisa al estómago que se ponga cursi, que interrumpa el momento y despierte al corazón que late apresurado regalando sangre nueva a este zombie. Y era así, como de repente, me perdía en tus ojos para decir que te quería y dejaba de lado la pasión, los sudores, los gritos. De repente me hallaba acariciándote despacio y nomás, mirándome para siempre en unos ojos en los que no había estado nunca, y que hoy, se llenan también de mí y no saben zozobrar ni con las tormentas que azotaban afuera de aquel cuartito a esta ciudad, y sus subidas, y sus bajadas, y sus barrancas quedaban quietas mientras nosotros nos perdíamos en besos, mientras nos encontrábamos para descifrarnos los tatuajes en la piel, a manera de dedos locos jugando carreritas de amor. Ya sabes cómo son este tipo de cosas. Es de madrugada y me asomo de mi escaparate imaginando que te veo venir, calle arriba, despacio con aquella falda y descalza como si nadaras por mi espalda, y los dos, que no sabemos dormir de día, extrañados disfrutamos buscando donde desayunar cuando todos los demás siguen ausentes de este sueño, de esta extraña droga que me ha vuelto un adicto a ti, de los pasos que vienen marchando delante de nosotros y dibujan nuestras figuras a un futuro que de plano, cada tarde, nos atrevemos a imaginar. Todos los dibujos que coloreen nuestras ganas, las risas que nos arrebatemos compartiendo el mismo insomnio, son la esencia que se cuelga de mi cuello cada mañana. Aunque a veces, insisto, te repito varias veces y lo demuestro de distintas formas que me he enamorado de ti, tengo muchas ganas de tomarte por la cintura y llevarte a aquellos viejos puertos donde los Elfos se trepan a naves blancas de mar, y se largan para siempre de este mundo donde la gente ya no sueña, y los sueños, empolvados y en cajitas, se han cansado de esperar.